miércoles, 20 de junio de 2007

caiditas

Ya sin niños en el insti empezaba a oler las vacaciones; empezaba a sentir la arena de la playa durante las mañanas, las olas, quería hacerme unas excursiones en coche para despedirme de la isla, aiinnnnns, coño coñete, pues estas cositas tendrán que esperar un poco.
Hace ya como 6 o 7 años cuando era joven e inconsciente (vale, sigo siéndolo, lo de inconsciente, digo) me lanzaba a cualquier tipo de aventura de riesgo, sobre todo si había alcohol por medio. No es que ahora no lo haga, porque yo me apunto a todo, pero con la edad me he vuelto un poco más precavida y menos suicida.

Caso (suicida) 1: la yegua, con 6 o 7 añitos, en la azotea (casa terrera) de mi casa con dos de mis primos...
Primo: yo soy capaz de saltar de la azotea...
Prima: o_O
yegua: pues hazlo, venga
Primo: no, es que ahora no quiero
yegua: eso es que no te atreves... mariquita
Primo: lo hice ayer, es que ahora no quiero
Prima: o_O
Yegua: ya ya, pues yo si lo hago, ¿qué te apuestas?
Prima: dos duro
En aquel entonces dos duros eran una fortuna así que me tiré. Caí de pie, no me hice ni un rasguño porque en aquel entonces yo debía ser de goma, pero apuesto lo que sea que por eso soy tan bajita. Me moló la experiencia y después de eso durante mi infancia no perdía la ocasión de lanzarme al vacío desde cualquier muro superior a 3 metros.
Resultado: gané dos duros y el respeto de mis primos, no sufrí ningún daño y descubrí un nuevo deporte/juego/suicida.

Caso (suicida) 2: la yegua con 13 años haciendo surf en una playa rocosa, muy rocosa... con otros de mis primos
Primo: vamos a salir ya que la marea está muy revuelta...
Yegua flipada: no no, yo me quedo
Diez minutos después mi primo ve desde la orilla como una ola enorme me levanta la tabla por detrás y me cae encima. Resultado: dientes astillados, rasguños y moretones por todas partes, y tener que aguantar a mis primos descojonándose de mi.

Caso (suicida) 3: La yegua hace 6 o 7 años...
Participo en el "arraste de las tablas de Icod" en Tenerife. Para los que no lo sepan se trata de una tradición festiva derivada de cuando los aserradores lanzaban los árboles talados por las cuestas para no cargarlos (para más información busquen en San Google). Pues la cosa es que la peña se lanza sobre unas pequeñas tablas de madera por unas cuestas de asfalto de considerable inclinación alcanzando gran velocidad y con la única protección de unos guantes y una pila de neumáticos al final del recorrido para amortiguar el golpe, o más bien el jostión, si no consigues frenar antes.
Tras beber más de la cuenta y eso, me atreví a lanzarme con otro chico. Entre el subidón y los rones de más, entré en el bucle de subir la cuesta y tirarme, subir y tirarme, hasta que en una de estas literalmente nos comimos todos y cada uno de los neumáticos, Luego nos dieron un ameno paseo en ambulancia.
Resultado: tres deditos descolocados, un chichón del tamaño de una nuez y la admiración de todos mis amigos.

Caso 4: la yegua, el sábado fregando el suelo en casa...
Me resbalo, caigo de espalda.
Resultado: contractura muscular en el brazo y el hombro derecho, y un esguince cervical. Con collarín y baja laboral durante doce días. Manda güevos.

Ahora no sé qué collarín ponerme el viernes para la cena de despedida de curso con los demás profes. Aconséjenme. Pienso llevar una camisa negra.


Personalmente prefiero el de la izquierda.















Conclusión de todo esto:
Queridos niños y niñas, nunca, nunca fregueis los suelos de casa con cholas de playa, antes que eso, saltad todos los muros que pilleis superiores a tres metros, meteos en el mar aunque haya olas y piedras muy grandes, tiraos por cuestas de 30 grados de inclinación sobre una tabla y sin casco, porque cualquiera de estas cosas te harán menos pupa que fregar el suelo.

lunes, 11 de junio de 2007

cuando nadie me ve - cuando todos me ven

Cuando nadie me ve hago cosas... En estas dos últimas semanas, ese "cosas" se resumiría en un "corrijo un chorrón de exámenes hasta que me duelen los ojos". Algunos son muy graciosos, hay que reconocerlo, pero la verdad es que cuando corriges 200 y pico exámenes y 50 trabajos (con una caligrafía que no entienden ni ellos, todos casi idénticos, hasta con las mismas faltas de ortografía, cosa muy sospechosa) pues deja de ser divertido para convertirse en una agonía. Pero, hoy por fin, soy una yegua libre; la pesadilla llega a su fin.

Dejarán de perseguirme los niños por los pasillos del instituto para que les recoja un trabajo, o para decirme que tienen gripe o les duele una oreja y por eso no pueden tocar la flauta. Dejarán de pedirme en matrimonio (ya he tenido unas 10 propuestas en esta semana) y suplicarme un aprobado.

De todas formas, he de reconocer que he descubierto mi vena sádico-infantil y me mola hacerlos sufrir un poco y vacilármelos diciéndoles que no van a aprobar ni de broma, que hasta que no vea esa pata de jamón sobre mi mesa, no habrá aprobado (esto sólo a los cafres que van a aprobar con un raspadillo). Y, a los que aprueban, a veces les digo su nota dos puntos por debajo de la real para ver sus caras.

La aventura docente se acaba por este año y echaré de menos dos cosas: que los niños más pequeños vengan a verme a la clase en la hora del recreo (suelo estar alli) para decirme cualquier tontería, y a veces para hacerme alguna actuación improvisada, me cantan, me bailan... Qué majos son. También echaré de menos a las chicas mayores, las más ordinarias y mal habladas (será por empatía), porque me hacen reír (para mis adentros) con las barbaridades que dicen. He encontrado a mi media naranja: una niña que es capaz de decir cuatro palabrotas por frase y que aún así sepas de qué está hablando, pero eso si, yo como profe siempre ando corrigiéndole sus maneras aunque en el fondo yo lo diría igual que ella.

Cuando todos me ven: me visto de romera. Desempolvo mis galas canarias, me pongo mis enaguas, mi delantal y me lleno el vaso de ron. Persigo a todo el que porte un timple, canto, y a veces me lanzo a bailar unas isas (si fui capaz de hacerlo ante todos mis alumnos en el instituto puedo hacerlo en cuanquier momento, pero mejor con un par de rones en el cuerpo), vuelvo a cantar, no le hago ascos a unas papas arrugadas y un mojo picón, o a una piña asada, bebo más ron, sigo cantando, rio, bebo maaas rwon, hip, me tambaleo, intento bailar, hiphip, bebo,… le doy la lata a algún colega, bebo, hip, me rio, canto, bebo…bebo…bebo… y ya no soy capaz ni de bailar.

Quiero vacaciones yaaaaaaa, y quiero más romerías.